Todo comienza en primero de primaria (ahora está en tercero): Urko tiene dificultades de aprendizaje y su endocrina le deriva a psicología y neuropediatría para evaluación. Al mismo tiempo, se le realiza una evaluación psicopedagógica en un gabinete privado.
La psicóloga de la sanidad pública determinó que no había problema cognitivo, que no veía un problema atencional evidente o grave y que era pronto para evaluar la dislexia, aunque si había ciertas dificultades lecto-escritoras. Los dos neuropediatras que le atendieron en citas sucesivas sólo valoraron los test realizados a padres y profesor, y sin más valoración al niño, determinaron un TDA y le recetaron la medicación como única solución. En ese momento se tomó la decisión de no medicarlo, y de esperar a los resultados de la evaluación privada. La evaluación privada determino que tenía una leve "disfunción ejecutiva atencional sin hiperactividad", y propuso terapia psicopedagógica.
Ante estos diagnósticos y las distintas soluciones, solicitamos a nuestra pediatra una segunda opinión siendo derivados a salud mental infantil, donde fue atendido por un psiquiatra que concluyó que: Urko no tenía TDA como para ser medicado, porque sus dificultades estaban sólo en el ámbito escolar y no afectaban a otros ámbitos de su vida (social, familiar, afectivo, autoestima, ...) y que había otro tipo de soluciones.
A día de hoy, sigue sin medicar, tiene ayuda pedagógica y logopeda para resolver sus dificultades, y aún está pendiente de una evaluación de dislexia por parte de Educación. El psiquiatra le hace un seguimiento cada tres meses y sigue pensando que no es necesaria la medicación, que lo importante es resolver las dificultades de aprendizaje y el apoyo pedagógico en el centro escolar (algo con lo que seguimos luchando).
La psicóloga de la sanidad pública determinó que no había problema cognitivo, que no veía un problema atencional evidente o grave y que era pronto para evaluar la dislexia, aunque si había ciertas dificultades lecto-escritoras. Los dos neuropediatras que le atendieron en citas sucesivas sólo valoraron los test realizados a padres y profesor, y sin más valoración al niño, determinaron un TDA y le recetaron la medicación como única solución. En ese momento se tomó la decisión de no medicarlo, y de esperar a los resultados de la evaluación privada. La evaluación privada determino que tenía una leve "disfunción ejecutiva atencional sin hiperactividad", y propuso terapia psicopedagógica.
Ante estos diagnósticos y las distintas soluciones, solicitamos a nuestra pediatra una segunda opinión siendo derivados a salud mental infantil, donde fue atendido por un psiquiatra que concluyó que: Urko no tenía TDA como para ser medicado, porque sus dificultades estaban sólo en el ámbito escolar y no afectaban a otros ámbitos de su vida (social, familiar, afectivo, autoestima, ...) y que había otro tipo de soluciones.
A día de hoy, sigue sin medicar, tiene ayuda pedagógica y logopeda para resolver sus dificultades, y aún está pendiente de una evaluación de dislexia por parte de Educación. El psiquiatra le hace un seguimiento cada tres meses y sigue pensando que no es necesaria la medicación, que lo importante es resolver las dificultades de aprendizaje y el apoyo pedagógico en el centro escolar (algo con lo que seguimos luchando).
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